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La Lobita restaurante con estrella.

HISTORIA

La mayor parte de los recuerdos de mi infancia me llevan a los fogones, las grandes ollas y los sabrosos potajes. Intentar reconstruir la historia de La Lobita es reconstruir la de mi familia. Todo comenzó en 1952 cuando mis abuelos, Luciana Lobo y Andrés Lucas, fundaron con esfuerzo la casa de comidas La Lobita, en honor al apellido de mi abuela. Desde entonces el apellido, la familia y el restaurante han crecido hasta llegar a la tercera generación de la que formo parte.

El primer cambio se produjo en 1975 cuando el restaurante se trasladó de local. Su privilegiada nueva situación dio posada a los múltiples clientes que, en el descanso de su viaje, buscaban un merecido refresco junto a una sabrosa comida.

Después de la gestión de mis abuelos, La Lobita pasó por manos de mis padres, Elena y Jesús Reyes, quienes con esmero, dedicación y sacrificio lograron dar al restaurante el segundo gran cambio. En todo momento buscaron, desde su autodidactismo, ofrecer los mejores servicios que estaban a su alcance, junto a una cocina que buscaba su superación diaria. En 1999, fruto de su iniciativa, fue la remodelación del ya vetusto local para darle un ambiente más discreto y acogedor. Sin duda, fue una época prospera y satisfactoria acorde con el trabajo que realizaron.

En la actualidad, con nuestra generación al mando, se ha producido el mayor cambio. A la tradición heredada le hemos añadido nuestra apasionada ilusión, siempre controlada desde la prudencia que aportan los conocimientos alcanzados, bien en nuestros estudios de Restauración, bien en la experiencia del trabajo constante. En el equilibrio de estas dos bases, nuestro proyecto ha sabido aunar la tradición con las nuevas creaciones y aprovecharse de los mejores frutos ofrecidos por la tierra de pinares. Todo ello desde el mismo espíritu de superación, trabajo en equipo y humildad que mi familia ha mantenido.

ACTUALIDAD

Son muchas las maneras posibles de reflejar la evolución de una sociedad, sus gustos, sus preferencias y hasta sus aficiones. Nuestra cocina es un buen ejemplo de este reflejo. En la actualidad todos somos conscientes de la vuelta que ha experimentado la restauración a los ámbitos más rurales. Y no solo se vuelve al ambiente de antaño, ese del que disfrutaban nuestros abuelos y padres con los arados, las siegas, las carretas, etc., sino que también se disfruta evocando aquellas comidas que tomaban como punto clave los frutos de sus tierras. Al mismo tiempo se reclama un servicio que muestre los avances de la restauración, las innovaciones más asombrosas que deleitan todos los sentidos. En la fusión de estas dos tendencias nuestra cocina adquiere su identidad: tomamos la tradición, la gastronomía castellana, la reelaboramos y el resultado es una cocina de autor creativa, innovadora en cuya base se encuentran las mejores materias primas.

Uno de nuestros objetivos es hacer funcionar esta unión. Desde mi incorporación a este proyecto en 2001 después de realizar mis estudios, éste ha sido una de nuestras máximas, así como la de seguir creciendo y evolucionando. Para conseguirlo son constantes las múltiples pruebas y ensayos hasta llegar al equilibrio buscado. Además, este continuo trabajo contribuye a crear una amplia carta en progresiva renovación y modificación, que se adapta a cada época del año según los frutos de nuestra madre tierra, como es el caso del fecundo mundo micológico. En ese incansable juego de colores, texturas y sabores, cualquier plato puede ser transformado acorde a nuestra filosofía.

Trabajadores del Restaurante La Lobita Chef de restaurante La Lobita

Restaurante Micológico desde 2003 por el distintivo GastroMYAS, la micología constituye uno de nuestros puntos de referencia. Son muchos los que disfrutan de este mundo, no solo con el resultado final, es decir su degustación, sino también con todo el proceso anterior que comienza con la búsqueda y recolección del tesoro más preciado. Aquí, en nuestra tierra de pinares, tenemos el privilegio de poder vivir todo ese proceso para, finalmente, brindar una selecta degustación. El secreto es saber aprovecharse de las posibilidades que nos ofrece el monte y conseguir su máxima expresión. Estas posibilidades varían con los períodos estacionales, lo que nos permite disfrutar del mundo fungi a lo largo de todo el año. No obstante, su máximo esplendor se produce en la temporada otoñal gracias a las lluvias de finales del verano y comienzo del otoño. Por ello, en los meses de octubre y noviembre elaboramos las JORNADAS MICOLÓGICAS durante los fines de semana. Ocasión perfecta para disfrutar de una degustación que recoge una muestra del amplio mundo micológico. Cada año, desde el 2004, elaboramos un menú diferente, que supere al anterior, que varíe el contenido y satisfaga el paladar más sibarita de los amantes de la micología.

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