El arte de trufar: el aceite de trufa negra
La trufa, aparte de emplearse en su consumo directo rallándola o laminándola, es un ingrediente muy útil para “trufar” otros alimentos. Esto se debe a que las trufas tienen cualidades que les permiten transferir su aroma y sabor a productos, especialmente a los más grasos o porosos que sean capaz de absorberla. Como iremos viendo más adelante, hay múltiples alimentos que se presentan a ser trufados, si bien hoy nos vamos a centrar en el aceite de trufa negra, un producto excelente imprescindible en la cocina española, qué trufado se convierte en un verdadero manjar capaz de dar un toque de distinción a nuestros platos.
Aceite trufado
Si el aceite ya es un En primer lugar es muy importante elegir bien el tipo de aceite a trufar. Por ejemplo, el aceite de girasol o de semillas traslada el sabor y aromas de la trufa de forma más efectiva que el aceite de oliva. No obstante, ambos podrían ser adecuados, por lo que deberán escogerse uno u otro en función de las aplicaciones a las que vaya a destinarse. La elaboración es muy sencilla, bastará con sumergir una trufa fresca y limpia en al menos un litro de aceite. A continuación se dejará reposar en la nevera durante 3 días y posteriormente se extraerá la trufa para su consumo. Es aconsejable retirar la trufa pasado este tiempo, ya que la trufa podría llegar a estropearse. Es importante señalar que, dado que la trufa es un alimento perecedero, según el nivel de uso del aceite que preveas consumir, podría ser recomendable trufar pocas cantidades y emplearlo lo antes posibles, dado que con el tiempo irá perdiendo el aroma. En cuanto a su utilización, es recomendable emplearlo crudo o cocinarlo a temperaturas inferiores a 70º centígrados para evitar romper su sabor y aroma. No obstante, a pesar del método señalado anteriormente, también es posible trufar el aceite de diversas formas, como introducir la corteza de la trufa en el aceite, dejándola macerar o bien laminándola para que extraiga antes su aroma.